miércoles, 8 de septiembre de 2010
Gato a la Olla
Entre valses y panalivios, deglutíamos las tronchas maceradas en aguardientes alquímicos acompañados por el “Jugo de tablón”, un tentempié a base de chuchuhuasi y cañazo quirúrgico. El elixir de los dioses macerado en la madera de tablón es uno de los principales deleites de estas reuniones en donde gourmets, chefs y cocineristas especializados en la trata de la carne del gato, celebran el imaginario nacional en el tema del yantar místico.
Indignados por tal elección de merienda, llegan los defensores del ALCO, la agrupación de gentiles de “Animales Libres de Crueldad y Opresión”, que horrorizados por tal sacrilegio ponen el grito en el cielo al ver las delicias y texturas de los alimentos que en este festival de La Quebrada, en el distrito de San Luis en Cañete, donde se festeja a Santa Efigenia, se preparan y devoran con alma tranquila y con voraz apetito.
Llegados de todos los confines, donde la carne de minino es un manjar, se compite con potajes como “Estofado de gato”, “Gato al maní” y hasta “Gato broster”.
La práctica de este nicho gastronómico no es exactamente una característica que al status quo culinario le interese promover, sino todo lo contrario. Si bien personalidades del mundo de las picanterías y demás místicos alquimistas se deleitan y entregan al placer de la carne de minino, falta mucho todavía para que se pueda entender que promover la erradicación de este festival es atentar contra la cosmovisión y las tradiciones de un grupo humano.
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